NO PUDISTE

NO PUDISTE

La última vez que pisó la universidad fue el 3 de abril de 1975. Ese día una patota armada respondiendo a las órdenes del interventor asesinó a tiros a un estudiante dentro del edificio y a la vista de todos. Unos meses antes y junto a otro centenar de docentes la habían desplazado de su ayudantía en el departamento de matemáticas cuando le faltaban ocho materias para terminar la carrera.

Después siguieron meses y años de persecuciones tratando de sobrevivir como se pudiera en medio de una ciudad que se había vuelto horrible a fuerza de secuestros, torturas, asesinatos, desapariciones y ausencias. Y cuando ya no había nada que esperar el exilio interno se volvió inevitable.

Y a empezar todo de nuevo. Porque parece que de eso se trata.

Armar una familia, militando la vida de otra manera y tratando de no recordar hasta que fuera necesario. Y juntar fuerzas para presentarse a dar testimonio en el lugar donde había que hacerlo. Para enseguida estar atenta a lo que pasa con unos viejos dejados a la buena de Dios.

Así hasta un día encontrarse con la arqui que primero cuidó de Le Corbusier y después eligió a la gente de la orilla. Mientras un escritor en Balvanera recita poemas de amor, suena un bandoneón en Tandil, y una acuarela aparece en Azul para alegría del más patriota. Una flaca intenta cambiar el mundo rodeada de dos titanes (titanas), y la milita en la universidad un informático coopado. Un morocho grandote hace síntesis entre su historia personal y la del país y el periodista de un medio cooperativo nos cuenta que un presidente peronista acaba de felicitar al entrenador del equipo olímpico de matemáticas, que él sí pudo terminar la carrera, mientras en el aula magna de la universidad un tribunal juzga a los asesinos de aquel estudiante.

Muerte hija de la mierda, no pudiste.

Juan

29/09/2020

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